Pablo
había tenido una semana horrible, su novia le había dejado y su jefe le había
denegado ese ascenso (y el correspondiente aumento de sueldo) que tanto
esperaba. Con el rostro demacrado, se reunió con su amiga Laura en un bar a
tomar café. Deprimido, comenzó a descargar en ella sus angustias: ¡que el
trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación...!
Todo iba mal en su vida, y él ya no tenía ni ganas ni fuerzas para luchar. De repente, Laura introdujo la mano en su bolso, sacó un
billete de 50 euros y le dijo: “¿Lo quieres?”. Pablo, un poco confundido, le
contestó: “Claro...son 50 euros, ¿Quién no los querría?. Entonces Laura tomó
el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo una pequeña bola.
Mostrando la estrujada pelotita a su amigo, volvió a preguntarle: “Y ahora,
¿lo quieres también?”. “No sé qué pretendes con esto, pero sigue siendo 50
euros. Claro que lo cogeré si me lo das”.Laura desdobló el arrugado billete,
lo tiró al suelo y lo pisoteo con el pie, levantándolo luego sucio y marcado:
“¿lo sigues queriendo?. “Mira, no entiendo a donde quieres ir a para, pero es
un billete de 50, y mientras no lo rompas, conserva su valor”. A lo que ella respondió: “Pablo, debes saber que aunque a veces
algo no salga como deseas, aunque la vida te ‘arrugue’, sigue siendo tan
valioso como siempre has sido...Lo que debes recordar es cuánto vales en
realidad, y no darle tortuosas vueltas a lo abatido que puedas estar en ese
momento determinado de tu vida”. Pablo se quedó mirando a su amiga sin decir palabra, mientras el impacto del mensaje calaba en su cerebro. Laura puso el arrugado billete a su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó: “Toma, guárdalo, para que te acuerdes de esto cuando te sientas mal... pero me debes un billete nuevo para poder usarlo con el próximo amigo que lo necesite”. Le dio un beso en la mejilla y se alejó hacia la puerta. Pablo volvió a mirar los 50 euros, sonrió, se los metió en el bolsillo y con una renovada energía llamó al camarero para pagar la cuenta... ¿Cuántas
veces dudamos de nuestro propio valor, de que realmente merecemos más y que
podemos conseguirlo si nos lo proponemos? Claro que no basta con el mero
propósito...se requiere acción. ¿A qué estás esperando? |